El vino y el mosto están íntimamente ligados, pero no son lo mismo. El mosto es el zumo de la uva recién prensada, antes de iniciar cualquier proceso de fermentación. Es el punto de partida de todo vino y contiene azúcares, ácidos, aromas y compuestos naturales que definirán su calidad final.
El vino, en cambio, es el resultado de la fermentación del mosto, un proceso en el que los azúcares se transforman en alcohol gracias a la acción de las levaduras. Dependiendo del tipo de uva, el clima, el suelo y la técnica utilizada, el resultado puede ser completamente distinto.
Comprender esta diferencia es clave para apreciar el vino desde su origen. Un buen mosto es la base de un gran vino, y por eso viticultores y enólogos cuidan cada detalle desde la viña hasta la bodega.
Hoy en día, gracias a la tecnología y al análisis de datos, es posible entender mejor estos procesos y valorar el vino no solo por su sabor, sino por todo lo que hay detrás de cada copa.
